El portero es el héroe
Al Capitán español le cuesta trabajo describir su profesión. Su rostro se llena de una duda simpática. La playera blanca que porta y sus jeans sólo son testigos de cómo su mirada se pierde en encontrar las palabras para precisar qué tipo de personaje es el arquero:
“El portero es el héroe, un guardián que evita los goles, el que los frustra, el que deja a la gente boquiabierta y en silencio cuando hace una parada, el que sabe que si falla, la pelota entra y eso tiene mucha responsabilidad”, señala Casillas...”. Y si la pelota entra, te quedas con la sensación de que pudiste haber hecho un poquito más, estás triste porque te han conseguido batir, te sientes como si te quitaran algo tuyo”.
Íker asistía al Santiago Bernabéu una vez al año, porque su padre “era forofo de los equipos vascos”. Creció viendo las atajadas de Francisco Buyo. Años más tarde su modelo fue el danés Peter Schmeichel. También Michel y Emilio Butragueño.
De niño, lo marcó la caída de España ante Italia en EU ‘94, “con el codazo de Tassotti a Luis Enrique”. Tomó revancha, “el futbol nos hizo justicia al ganar el Mundial”.
El guardameta de la selección ibérica le atribuye buena parte de la atajada a Arjen Robben en la final de Sudáfrica 2010 a la suerte. “Cuando el balón me pega en la pierna derecha sabía que se iba para afuera”.
Momentos más tarde, Andrés Iniesta dio el gol de la victoria a España para ser monarca del orbe.
“La sensación fue de alivio al levantar la Copa como capitán. Fue una bocanada, un grito de desahogo, de haber visto tantos partidos en los que España no había conseguido pasar de cuartos, es evadirte de esa nostalgia del pasado”, presume.
Hoy, el gran Íker Casillas, continúa con su trabajo diario en su Madrid, como cuando su padre le pateaba para que se aventara. Quiere ser recordado como el mejor del mundo.
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